EL PASTILLERO
Abrió las 21 puertas del pastillero y
como cada lunes, se dedicó a la colocación de los 7 remedios que
debía tomar en desayuno,almuerzo y cena.
Se trataba de su segundo infarto y esta
vez el agnosticismo y las convenciones médicas, dieron lugar a la
procesión de las 21 puertas que se abrirían 3 veces al día durante
7 días, hasta el último día.
Cada vez que ponía la taza en el
microondas con su minuto y medio en el setup, le obsesionaba la idea
de que ese minuto y medio sólo servía para calentar mas rápido un
café con leche y que ese minuto y medio nunca mas iba a regresar.
Desayunaba observando a través del
ventanal de la sala.Le gustaba ver la gente por la pista que se
dividía en dos carriles, uno para correr y el otro para los
ciclistas.Mas al fondo se veía la autopista generalmente dinamizada
por el ir y venir de vehículos.
Le faltaban 7 meses para jubilarse y la
idea no le gustaba para nada, miraba al exterior y prefería sentirse
como esa ciudad en movimiento, mas que como un paciente de riesgo que
había descuidado el uso de remedios tras el primer infarto.
Recordó cuando miraba la ciudad a
través de los cristales de la facultad de arquitectura y jugaba a
preguntarse en que lugar alteraría la geometría urbana con sus
proyectos.
No sentía deseos de salir a caminar, a
pesar de que le habían recomendado 1 hora diaria.La medicación le
producía calambres y fue el principal motivo por el cual dejó las
estatinas tras el primer infarto.
Al mediodía volvía a abrir la puerta
del pastillero y repetía la secuencia con el microondas y el mismo
pensamiento sobre el minuto y medio.
En sus años de pleno trabajo, mucha
veces ni almorzaba o se llevaba un bocata a la boca sin desprenderse
de la atención a un boceto, planilla o plano.
Lo que mas le había golpeado era la
pérdida de su esposa y le consolaba pensar que al menos el segundo
infarto era un acto inconsciente para ir a su reencuentro.Por ese
motivo, muchas veces cuando abría las puertas del pastillero
terminaba dudando sobre el sentido de una vida que se había apagado
en casi todo lo que le llenaba de felicidad.
Por la noche, mecánicamente, abría
la nevera para sacar el plato que le había preparado la
asistenta.Seguidamente abría por tercera vez , la tercera puerta del
pastillero.Nuevamente el mismo pensamiento frente al microondas y la
ansiedad que le producía ese minuto y medio.
De noche era mucho mas atractivo ver el
movimiento de las luces de los coches, principalmente en la rotonda,
lo que le hacía recordar cuando de pequeño en los veranos se
encendían todas las luces del tio vivo y se subía para girar con
esa música exclusiva que encajaba con los caballos que subían y
bajaban rítmicamente.
Cuando entraba al dormitorio y veía la
cama doble, era inevitable no detenerse un instante en el
recuerdo.Besaba la foto y cerraba los ojos para verla y asi se
quedaba dormido hasta la repetición de otro día mas ...sin mas.
Volvió al pastillero para abrir la
primer puerta de la mañana, el mismo pensamiento sobre aquel minuto
y medio para luego ir a la sala y observar a través de la
ventana.Cada vez , tenía mas ganas de sentirse entre los que
transitaban por el carril, pero los calambres volvían a frenarle el
deseo.
Otra noche y un beso a la foto pero
esta vez sin cerrar los ojos.Se quedó mirándola a la vez que
imaginaba comunicarse con el pensamiento.
Otra mañana mas, pero con mas, esta
vez no abrió la primer puerta del pastillero, ni la segunda, ni la
tercera.
Se puso el chandal y las zapatillas y
fue hasta la pista para comenzar a caminar, le dolían mucho las
piernas pero sabía que se trataba de la falta de costumbre.Sonreía
y a medida que avanzaba , el dolor se iba disipando.Hasta incluso fue
aumentando la velocidad y se sentía como dentro del tio vivo en
pleno giro.
Lo encontraron con una sonrisa
finalmente detenida en el tiempo y con los ojos abiertos al
reencuentro.